Muchas veces solo decir que su hijo está vivo es una gran alegría para muchas familias

 
1 Junio, 2017

Testimonio en Frontera Hondureña

Los lunes, miércoles y viernes son días de retorno en Honduras. En la frontera con Guatemala, varios buses a lo largo del día transportan personas migrantes que regresan a su país después de una experiencia migratoria que les ha llevado generalmente hasta México.  Son en su mayoría mujeres y niños y niñas, muchos de ellos migrantes no acompañados.

En esa frontera de Corinto, dos oficiales de protección a la infancia, de les esperan para acompañarles en el recorrido de casi dos horas que les llevará hasta San Pedro Sula, en el Centro de Atención de la Niñez y la Familia. El trabajo de atención que realizan entonces se vuelve crítico para mitigar los riesgos asociados con la migración en condición irregular e identificar a los migrantes más vulnerables para su referencia.

Las Oficiales de Protección de la Infancia intentan poner una dosis de humanidad en medio de la angustia, el temor y la preocupación que normalmente se apodera de las familias migrantes a bordo de estos autobuses. “Ellos tienen miedo de que les quiten a sus niños, de que la policía los detenga o les levante cargos por haber salido del país irregularmente. Nosotras intentamos primero darles la bienvenida a su país, les explicamos que solo van a San Pedro Sula para registrarse y recibir información y que allá les ofrecerán comida hondureña calientita”.  Esta es la forma en que una de las Oficiales explica como empieza su trabajo a bordo del bus de los retornados.

“Ya con esta introducción, muchos toman confianza y empiezan a hacer preguntas, a contar sus historia o a desahogarse por los momentos de violencia que han enfrentado”, explica la segunda Oficial. Es entonces cuando se cumple con el trabajo de orientar, brindar información y aliviar la tensión que han cargado en su ruta.

Antes de que los buses partan de la frontera, las Oficiales de Protección de Infancia se han encargado de brindar al menos productos básicos de limpieza a las familias, pañales para niños y niñas e información clara sobre lo que ocurrirá al llegar a San Pedro Sula. Muchas veces, son estas oficiales las que llaman a los padres de los menores no acompañados, para informarles que sus hijos están regresando. “Son muchas las veces que los padres o madres nos agradecen porque pensaban que sus hijos habían muerto o que estaban desaparecidos”, asegura una de ellas. “Muchas veces solo decir que su hijo está vivo es una gran alegría para muchas familias”.

Adicionalmente, el equipo de trabajo cumple un rol vital de prevención en la zona fronteriza, y sensibilización sobre los riesgos asociados con la migración irregular.  “Hacemos un trabajo de monitoreo de la zona, identificamos casos por vulneración de derechos y hacemos un trabajo de sensibilización y referencia con los diferentes actores locales”.

Este acompañamiento a la niñez migrante forma parte de un programa piloto que comenzó a implementarse en Honduras en el 2016, por la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (DINAF), en colaboración con el Programa Mesoamérica. La presencia del equipo de apoyo a la niñez ha marcado sin duda un aporte sustancial a la protección de los migrantes en Honduras, pues se facilita el nivel de coordinación para la gestión migratoria, con enfoque en los migrantes más vulnerables.