El verdadero valor de la felicidad

 
2 Noviembre, 2017

La lluvia se metía por los agujeros del techo y pasaba a solo centímetros de la conexión eléctrica expuesta de la casa. Sin duda, era una trampa mortal para dos adultos mayores que carecen de buena movilidad. Sin embargo, esto no parece importarles cuando reciben visitas en su casa de madera y zinc. Sus cálidas palabras y espontáneas sonrisas escondían sus problemas en un segundo plano.

La OIM visitó a Manuel y Victoria, una pareja de salvadoreños que juntos suman casi 200 calendarios completos, para hacer entrega de vestimenta y alimentos y conocer si don Manuel había logrado ajustarse a su silla de ruedas nueva, la cual fue parte de un proceso de asistencia directa realizado entre la OIM y la Pastoral Social Caritas Costa Rica (quienes avisaron a la Organización de este caso de extrema vulnerabilidad).

María del Carmen, su única hija y su esposo, se asentaron en Costa Rica, huyendo del conflicto bélico en su país. Posteriormente, hace 17 años, llegaron Manuel y Victoria.

Mientras más confianza ganaban con sus improvisadas visitas, más protagonismo tomaba la pareja de cabello blanco y arrugas que solo reflejaba todo el trabajo y años que han pasado por ellos.

Victoria conversa con claridad aún con sus 97 años. Ella recuerda cada detalle de su vida, desde sus cumpleaños, sus padres, hasta jocosas anécdotas sobre sus exparejas cuando joven. Lastimosamente esa vitalidad de espíritu la apagan sus problemas digestivos y de articulaciones. De lo contrario, esta “abuelita de acero”, de cálidos abrazos, con ganas siempre de bailar, llevaría una vida normal para una veinteañera.

Conversar con Manuel es como hablar en compases y notas, ya que es todo un entendido de la música clásica. Desde niño le llamó la atención la música, pero como su situación económica era difícil, debió trabajar. Nunca aprendió formalmente música, pero, autodidacta, logró tocar en orquesta con violín y contrabajo.

Sus manos de músico de dedos largos y movimientos armoniosos, también eran ásperas y fuertes, forjadas por el duro trabajo de jornalero. Diabético, pero sin miedo al trabajo de cualquier índole, sufrió un accidente en su propia casa que requirió amputar su pierna derecha. Ni eso logra que Don Manuel pierda su brillo, ese con el que deslumbró en el escenario.

Entre risas y llantos, la conversación dejó entrever que aún con todos sus problemas, en la unión familiar puede hallarse el verdadero valor de la felicidad.

En 2017 la OIM ha logrado asistir a 129 personas migrantes en toda la región mesoamericana, como parte de su programa de asistencia directa y retorno voluntario.